martes, 20 de mayo de 2008

AMARGA INTENSIDAD. by. Anna S. Plaza Lagos

Aquella palabra frustro sus sueños más anhelados, su vida planeada, sus días felices, aquella palabra lleno su vida de días amargos, de noches sin lunas, de vida sin vida. Lloró con un aire de desasosiego, de mortal desesperación, sus lágrimas caían a cantaros, su vida se desplomaba por aquel instante desolador, fatídico, inexplicable; inexorable. Y lloró una semana más y sin descanso, y su vida se torno sola, desastrosa, sin sentido.
Carlos había muerto, esta frase no paraba de sonar en su conciencia caída, en su abatida situación, ella no lo creía, su corazón no lo permitía, su mente lo sabía; ¡Carlos murió!, ¡Carlos murió! Y su amor no murió, pero su vida murió y sus cabellos y sus manos y su alma y su cuerpo entero murió junto con él. La vida ya no tenía sentido, intentaba dejar de llorar, intentaba que el dolor inmenso no acabara con su suerte extraviada, con su vida sin vida, con su amor sin su amor, sin su Carlos, sin su vida, sin su Carlos.
Aquella noche no durmió, veía sus fotos, veía sus cartas y cuando pensaba que el llanto cesaría un poco, leía un: “te amo”, y sus lágrimas rodeaban las cartas, los sollozos llenaban el cuarto, su amor sin receptor se oponía a ceder, el amor seguía vivo, él no. Y así pasaban los días y las noches sin poder entender que paso, ¡por qué él?,¡ por qué justo él?,¿ Por qué no los asesinos?,¿ Por qué no los narcotraficantes?,¿ Por qué no los secuestradores?, ¿Por qué no ella?. ¡Por qué no yo! Decía, ¡Por qué no yo!, ¡Por qué no me llevaste junto con él! – Reclamaba a un ser que perdió su creencia, que perdió credibilidad. La vida preguntó lo mismo sin respuesta aparente, Carolina no sabía qué hacer, no podía escapar de su dolor, de su terror por vivir, solo pensaba en recordarlo, y sin conciencia volvía a ver sus fotos, volvía a ver sus cartas y regalos y sollozaba y lamentaba y lloraba otra vez. Lo amaba, la amaba y de pronto se acabo todo.
De pronto alguien toco a la puerta, limpiándose las lágrimas, intentando aclarar la voz, Carolina disimulo su dolor estrujante, su dolor maloliente de tanto días, de tantas noches; para abrir la puerta, y dijo: ¿Quién es?
Era Leonardo su amigo de hace ya mucho tiempo. Tan pronto como abrió la puerta, abrazo a su amiga con un abrazo cómplice, con un lo siento inerte. Ella dijo sollozando- ¿Te enteraste de la notica?, le contesto que si, - Lo sabía desde hace mucho antes- contesto. Ella contó su dolor, su angustia, su pesar a su amigo, logrando reflejar un poco lo que sentía, y lloraba, el sólo respondía un simple si, continua. Suficiente para su alma atiborrada de sentimientos fúnebres.
Ella terminó con una pregunta que reclama, con una exigencia absoluta ¡Quién habría sido capaz de tal cobardía, de tal engaño fatal, de tal mordaz atrevimiento? ¿Quién?
El silencio permaneció por momentos incómodos, terribles. Los dos se miraban a los ojos. Y con un descaro feroz, el dijo a Carolina: ¡Yo fui!, ¡Yo lo mate!, lo mate con alevosía y con ventaja, ¡Yo fui!
Carolina, gritó de manera ensordecedora, casi equiparable a la vergüenza, a la mentira, a la traición que le propino Leonardo, gritó y lloró al mismo tiempo, quería matarlo a él también, quería desaparecerlo, estrujarlo, deshacerlo. ¡Por qué lo hiciste desgraciado!, ¡Por qué?, que te he hecho?, que te he hecho maldito infeliz! ¡Sabias que lo amaba, sabias que él era mi vida, mi todo!, ¡Lo sabías!
¿Qué, qué hiciste?, contesto Leonardo, me hechizaste con tus ojos, me perdí en tus caderas, en tu vida, ¿Qué hiciste?, me enamoraste, me embrujaste, me arrastraste. Eso hiciste Carolina, llenaste mi vida de amor, llenaste mis días de ti.
--Yo no hice nada de eso, te rechace cada vez que te insinuabas, te dije que solo seriamos amigos, te conté de Leonardo, te conté de el día a día, te lo contaba y tú sonreías, y tú me veías.
En efecto, así fue, pero eso me encantaba, me hechizaba, tú feliz, yo enamorado de ti, lo único que estorbaba era Carlos, tenía que matarlo antes de que te matara a ti.
Los ojos de Carolina eran agua, su corazón destrozado, devastado, arruinado, de todos podía pensar menos de su amigo, menos de su mejor amigo, ¡Por qué tu?,¿ por qué?-- reclamaba, una y otra vez, no podía esperar eso de él, era su único apoyo y la traicionó, que hacia Carolina si a la única persona con la que podía contar lo que le pasaba era justo el causante de todo. Ya nada tenía sentido.
Leonardo, se fue, y dijo: mañana vengo por la mañana, veras que crearemos un amor igual o mejor al que tenías con Carlos, lo aseguro. Ella grito: ¡Vete infeliz!, ¡Vete desgraciado!, ¡De ti no necesito nada!
A la mañana siguiente, Leonardo compro un ramo de flores y llego después de un rato a casa de Carolina, toco, nadie abría, él abrió la puerta con entera confianza, la sangre corría desde el cuarto hasta la entrada. Carolina había muerto.

No hay comentarios: