Por: Luisa María Arévalo Espino
Mis zapatos no son normales, tienen algo extraño y a veces creo que tienen vida propia o poderes mágicos.
Cuando me encuentro tranquilamente sentada escuchando la clase mis pies comienzan a moverse y sin razón se detienen y vuelve mi pie a la tranquilidad.
A veces cuando estoy decidida a hacer algo como bailar de repente ellos parecen estar pegados al suelo y no me permiten siquiera seguir el ritmo en mi lugar, la otra noche iba tranquilamente caminando a de regreso a mi casa y entonces comencé a correr, algo que usualmente no me gusta hacer, ellos son de color negro con unas pequeñas estrellas a los lados a veces me gusta fantasear que lo que hace que sean tan peculiares son esas estrellitas tan lindas y que si yo les pido un deseo me lo cumplirán.
Como la semana pasada, mientras corría para que no se me hiciera tarde para llegar a una clase me torcí un pie y les pedí que me mandaran un taxi y en ese momento apareció el taxi de la calle de atrás, dio vuelta sobre la que yo transitaba y lo aborde, cuando me incorpore; de nuevo en pie ya no sentía el molesto dolor de la torcedura y recordé que había deseado que no me doliera y por eso es que el día de hoy temo que mis zapatos no sean raros.
8 viernes de febrero 2008
11:22 AM.
01 L
Mis zapatos no son normales, tienen algo extraño y a veces creo que tienen vida propia o poderes mágicos.
Cuando me encuentro tranquilamente sentada escuchando la clase mis pies comienzan a moverse y sin razón se detienen y vuelve mi pie a la tranquilidad.
A veces cuando estoy decidida a hacer algo como bailar de repente ellos parecen estar pegados al suelo y no me permiten siquiera seguir el ritmo en mi lugar, la otra noche iba tranquilamente caminando a de regreso a mi casa y entonces comencé a correr, algo que usualmente no me gusta hacer, ellos son de color negro con unas pequeñas estrellas a los lados a veces me gusta fantasear que lo que hace que sean tan peculiares son esas estrellitas tan lindas y que si yo les pido un deseo me lo cumplirán.
Como la semana pasada, mientras corría para que no se me hiciera tarde para llegar a una clase me torcí un pie y les pedí que me mandaran un taxi y en ese momento apareció el taxi de la calle de atrás, dio vuelta sobre la que yo transitaba y lo aborde, cuando me incorpore; de nuevo en pie ya no sentía el molesto dolor de la torcedura y recordé que había deseado que no me doliera y por eso es que el día de hoy temo que mis zapatos no sean raros.
8 viernes de febrero 2008
11:22 AM.
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