jueves, 6 de marzo de 2008

La bañadera, Annie Lagos

La bañadera
Además Carlos vendía bañaderas para personas que gustaban de la relajación, del equilibrio, de la vida, porque seguramente un baño te brindara eso, cuando el agua siente tu cuerpo, o el cuerpo siente el agua, se sumerge al mismo tiempo en una experiencia interminable, para que después de uno de esos días donde las cosas no salieron como lo esperabas llegues a tu casa a oír una buena canción, y relajes cada uno de tus músculos para que te olvides de todo y sientas que mañana será otro día, e iniciar uno nuevo sin la pesada carga de los días pasados; para que el jabón entre por tus poros a limpiar lo malo y dejar lo bueno, porque seguro es una buena opción para empezar el día.
Carlos también vendía bañaderas sencillas para los niños que gustaban (después de un largo convencimiento que hacia su mamá para que el hijo entrara a quitarse la mugre acumulada) de estar en la bañadera mucho tiempo hasta que sus dedos, sorpresivamente, se arrugaran y se hicieran viejitos, los de su pies y sus manos, siempre he creído que el cuerpo diseño este sistema de aviso oportuno para salir de la alberca o de bañarte y no pasara nada más.
Para ellos vendía las bañaderas, y para aquellos que no tan niños en el exterior, pero si en el interior recordara como se sentía estar “perdiendo” el tiempo bañándose, mientras el tiempo pasaba lento, y volver a esperar y dejar de usar la regadera “para rápido”, y dejar de disfrutar los pequeños grandes detalles de la vida cotidiana…

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