jueves, 6 de marzo de 2008

Naranja, Annie Lagos

Dulce oasis
Por: Annie Lagos
Saben, hoy al entrar a mi salón, me convido un pedazo de naranja, fue como un pequeño oasis en medio de una clase aburrida, así que me dispuse a comerlo, de mi boca comenzaba a salir saliva, involuntariamente, justo antes de que el primer bocado entrara a mi boca, cuando esto sucedió, mi saliva se convirtió en algo dulce y delicioso, ahora ese era el sabor que saboreaba mi boca. Sentí como las pequeñas fuentes de jugo se rompían para explotar lo que tenían dentro, sensación tras sensación, diferentes texturas inundaban mi boca, liquido, solido, mordía, mordía cada vez más frecuentemente.
De pronto algo incomodo se atravesó en el camino hacia el final de terminarme el primer gajo, algo duro y agrio, si un hueso, una semilla se atravesó, justo en la mitad, de pronto otro hizo la misma aparición, la incertidumbre inundaba mi ser, donde tirare los huesos, después de haber pensado en una seria de posibilidades, como dejarlos tras la banca, quitárselos a un compañero o mejor aún a el maestro, decidí ponerlos en la bolsa lateral de mi chamarra, después me dispuse a terminar el gajo de mi naranja, era lo ultimo y tenía que aprovecharlo, lo termine, mi boca en poco tiempo elimino el sabor dulce de la naranja, por el peculiar sabor de la saliva, extraña sensación, retome la clase y decidí poner más atención.
A decir verdad, al poco tiempo, voltee a ver la naranja de ese “alguien” que me había dado un poco de aquella grande porción, noté que todavía le quedaba un poco más de la mitad, ese alguien volteo y con convencimiento extremo me dijo: ¿Quieres más?...

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