jueves, 6 de marzo de 2008

La leyenda de la Planchada. Cristina Pineda

Si alguien más me hubiera contado una historia como ésta o parecida probablemente no la hubiera creído y sólo la hubiese ignorado, pero, dado que los sucesos que a continuación narro me los narró a su vez mi abuelita, pues los creo, y punto.

Era un domingo caluroso, aburrido y con mucho viento, toda la familia (tíos, primos, abuelos...) nos encontrábamos reunidos en casa de mis abuelos, mis tíos viendo películas de acción, mis primos aburridos en la sala porque nadie los dejaba salir a jugar, mi mamá y mis tías platicando de cosas de mujeres y así, ya habrán de imaginarse. De repente, se me ocurrió preguntarle a mi abuelita sobre alguna leyenda urbana de la que tuviera conocimiento, ya saben, para la tarea, y ella muy concentrada tratando de hacer memoria comenzó a contarme:

Pues mira hija, a mi no me gusta hablar mucho de esas cosas porque me da miedo, pero me acuerdo muy muy claro que cuando me internaron en el hospital para mi operación, allá en el Centro Médico, se me apareció un fantasma, o ve tú a saber qué era, pero me asusté mucho.

Tenía yo un cuarto que compartía con otros enfermos, todos los días las enfermeras nos tomaban la presión en la mañana, en la tarde y en la noche, y a veces nos sacaban muestras de sangre. Uno de ésos días llegó la enfermera a la hora de siempre como a las 10 de la noche, y pasó cama por cama a tomarnos la presión, me preguntó que cómo me sentía y que si me faltaba algo y yo pues le dije que no, entonces se despidió de todos, apagó las luces para que nos durmiéramos y se fue; pero como yo no tenía sueño, porque tu sabes hija que a mí me dan mucho miedo los hospitales (varias veces le ha ocurrido el fenómeno al que en México llamamos “ que el muerto se sube”, la mayoría en hospitales) y entonces no puedo dormir...

Para este punto toda mi familia ya se encontraba callada escuchando el relato de mi abue, y todo se tornó más interesante, nadie hacía ruido para poder oír claramente, hasta los niños se habían quedado absortos en la narración, y ella seguía:

...así que me quedé despierta hasta tarde, todos los de las camas de alrededor ya estaban durmiendo cuando de pronto, se abrió la puerta y entró una enfermera, así normal y empezó a revisar a todos sin despertarlos, y hasta con las luces apagadas, pasó cama por cama, yo la ví, y anotaba todo en su bitácora, ésa donde llevan el control de todos; a mí se me hizo raro porque la enfermera de la noche ya había pasado, pero dije, bueno pues ya que, a lo mejor necesitan revisarnos otra vez, y esperé hasta que me tocara; cuando la enfermera llegó a mi cama, me di cuenta de que sentía mucho frío, pero mucho, hija, no te miento hasta la piel se me erizó y ella me preguntó que cómo me sentía y me dijo cuánto tenía de presión, me dijo que debía sacarme sangre para los análisis y me hizo un piquete en el dedo, yo le recordé que ya antes había pasado otra enfermera y nos había tomado la presión, ella dijo que ése turno era sólo de ella, y que nosotros éramos sólo sus pacientes que hablaría con las otras enfermeras; y cada vez hacía más frío, hija, me dijo que era todo y que descansa; la ví irse y cuando casi llegaba a la puerta que estaba no muy lejos de mi cama, pude ver que no tenía zapatos, ni si quiera pies, ¡Madre santa! Pensé, ¡es un fantasma!, y me puse a rezar hijita, para que sólo fuera un sueño.

Al otro día cuando me desperté la enfermera fue a tomarnos los datos y le conté lo sucedido, me preguntó que cómo era la enfermera y al final me dijo que no me preocupara, en ese momento llegó otra enfermera y escuché cuando la anterior le dijo: ya hay otra paciente que la vio- ¿a quién? –¡a la Planchada!; y yo miré mi dedo y sí tenía el piquete, dije, ¡no Dios mío!, yo ya no la quiero ver, y le dije a tu abuelo y a tu tía que mejor me sacaran de allí; afortunadamente me cancelaron la operación que es que porque el doctor se había tenido que ir a no sé dónde, uy no sabes que alivio sentí.

Entonces mi tía que había sido enfermera por muchos años nos habló acerca de la leyenda de la Planchada; se dice que era una enfermera que siempre era muy atenta con sus pacientes, su ropa siempre estaba impecablemente planchada y almidonada, de ahí su sobrenombre, era muy buena en su trabajo y cuidaba muy bien de todos, hasta que un día murió en el mismo hospital en que trabajaba; pero mi tía dice que muchas de sus compañeras la han visto en los pasillos de los hospitales, y varios pacientes como mi abuelita aseguran haberla visto también; dicen que su alma aún vaga por las noches en los hospitales cuidando de sus pacientes.

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